
Estoy cansada de sentir tanta vergüenza al comer…
Tanta que prefiero comer sola…
Despierto y me doy cuenta de que a pesar de que los días han sido un sueño, rodeados de nada más que amor, he pensado constantemente en la comida: lo que estoy comiendo, lo que debería comer y sobre todo, lo que “no me debería” comer.
El “debería” es un concepto muy mierda. Erróneo, fundamentado en ideas y juicios de valor que le otorgamos a ciertas cosas y/o acciones. (para el “debería” habrá una tesis de miles de páginas)
No quiero vivir así. Entiendo que el camino de sanación, de paces, es largo y el simple hecho de fluir y no combatirlo no será suficiente; no lo ha sido. Quiero hacer algo por estar mejor, por sentirme mejor, por sanar esta relación dependiente y “dañina” que tengo con la comida. Quiero dar los pasos que se necesitan para ser más libre y más feliz.

No se trata sólo de mi cuerpo. Estoy aprendiendo a amarlo y eso se siente bien. Se trata de ser libre de sentimientos de desprecio, vergüenza y miedo en torno a algo que puede ser también nuestra medicina.
Quiero alimentarme con dicha y sin sentimientos encontrados; quiero dejar de sentir culpa o vergüenza en torno a un tema tan importante y tan vital. En torno a algo que puede ser delicioso, social, experimental, nutritivo… en fin parte de la vida diaria.
Quiero que la nutrición mejore mi vida y no sentirme atorada o aislada por una relación que no he podido trabajar.
La comida no es buena ni mala, no es “limpia” o “sucia”, – #nosuchthingsascleaneating – no es engordadora o sana… la comida es; sin ningún valor moral.
La comida me nutre, me permite vivir, me da la fuerza de la danza y la natación. Es parte diaria de mi vida y quiero aprender a vivir con ella con dicha y sin miedo; pero sobre todo sin verguenza.
Quiero criar niños que tengan una relación saludable y llena de dicha en torno a la nutrición y a la alimentación.
Volvemos
Con
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